Desde el comienzo del año comenzamos a despedirnos muy despacito, casi sin que se notara. Es que sabíamos que iba a ser nuestro último año en infantil e íbamos a disfrutarlo.
Pintamos el mundo de colores y jugamos a dibujar canciones, a cantar poesías y a escribir sentimientos.
Jugamos y amasamos las formas de las cosas. Pero lo más importante, aprendimos a conocernos aún más, a querernos y a respetarnos. Compartimos todos los tiempos: el tiempo de reír y el de llorar, el de jugar y el de trabajar, el de crecer y el de esperar. Y por fin llegamos al día de hoy. Y queremos que no se termine. Inventamos cajitas para guardarlo, cuerdas para atarlo, jaulas para encerrarlo. Pero el tiempo pasa igual y el reloj nos avisa que es hora de irse. No quiero que os vayáis sin deciros que hay un lugar adonde el tiempo que compartimos no puede borrarse con un borrador. Es como una cajita de recuerdos, es nuestra "cajita de los tesoros" que siempre está a nuestro alcance. Algunos lo llaman corazón. Cada vez que queráis abrirla, bastará con acordarse de un día en infantil y los recuerdos saldrán desde adentro. Nos harán sonreír, nos harán soñar y nos mostrará que realmente las despedidas no existen.